miércoles, 5 de enero de 2011

El fantasma de su mujer.

Nunca jamás había visto sonreír a aquel viejo cascarrabias, pero, cuando el fantasma de su mujer lo abrazó y bailó con el un vals a la luz de la luna... sonrió. Su cara se arrugó, sus ojos desaparecieron entre los pliegues de su piel y entre todas aquellas arrugas, solo se distinguían sus dientes, sus dientes blanquísimos que reían y no paraban de sonreír. De repente una lágrima nació en su ojo y resbaló por sus arrugas, callendo en la tierra. El fantasma comenzó a ascender y en su rostro se desdibujó la sonrisa tan bella de aquella mujer enamorada. Ascendió y subió por encima de todos nosotros y por encima de la cabaña en la que estábamos escondidos, y desapareció. El pobre anciano, se dirijio despacio hacia su casa y suspiró.

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